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¿Tienes prisa?

Imagina que alguien te pregunta: «¿Tienes prisa?». La mayoría de nosotros respondería instintivamente: «No… ¿por qué?».  Si reflexionamos un poco, siguiendo la analogía del psicólogo Jonathan Haidt sobre los dos modos de pensar —el sistema rápido, instintivo y emocional (el elefante) y el sistema lento, más racional y lógico (el jinete)—, y permitimos que sea el jinete quien tome las riendas, nos daremos cuenta de que tal vez no tengamos prisa, pero lo parece. Y lo parece todo el tiempo.

Vivimos en un mundo donde la rapidez es la norma. Nos enorgullecemos de nuestra capacidad “multitask”, nos creemos muy eficientes por “aprovechar” el tiempo, pero ¿a qué precio? Todos tenemos la percepción de ser muy racionales, pero la realidad es que absolutamente todos, tomamos el 99% de nuestras decisiones de forma emocional, sin razonar y basadas en nuestro propio “mapa” mental que vamos creando. Sí, tú también, por muy racional que creas que eres. Si os interesa el análisis del comportamiento, os recomiendo un libro que en su momento me encantó: “Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman.

Y hablando de pensamientos, hay uno recurrente que lleva varios meses en mi cabeza: Noa. Este año se despidió de nosotros. Fue la madrugada del 21 al 22 de abril. Noa era mi perrita, tenía casi 17 años, y aunque por ley de vida era algo que tenía que pasar, la tristeza te inunda; los que habéis tenido perro seguro que me entendéis. ¿Sabéis cuál es el primer pensamiento que me vino a la cabeza? Sentí que no había pasado suficiente tiempo con ella. De hecho, se puso muy malita mientras yo estaba a 500 km de distancia. Noa estuvo conmigo desde sus dos meses de vida, la cuidé lo mejor que supe, pero en mi cabeza se repetía el pensamiento de que no había pasado suficiente tiempo con ella en los últimos 4 años. Noa vivía con mis padres desde que empezó la pandemia ya que, por razones profesionales, empecé a viajar más de lo que a Noa le convenía. Tuvo en mis padres a los mejores compañeros de viaje que cualquiera puede tener pero el ritmo de vida elegido, no por elegido menos exigente, venía ahora a mi mente junto con un sentimiento de tristeza profundo. Y es que, al final, todo va de coste de oportunidad.

Cuando elegimos algo, estamos descartando, directa o indirectamente, dedicar nuestro tiempo a otras personas/cosas. Está muy bien tener esto claro porque no podemos ser omnipresentes. Cuando me entran dudas al tomar una decisión hay dos preguntas muy simples que suelo hacerme:

Si estuvieran escribiendo una biografía sobre mi vida…
¿Estaría orgulloso de que relataran lo que estoy a punto de decidir?

Si hoy fuera el último día de mi vida…
¿Me sentiría feliz con el tiempo que he dedicado a las personas que quiero?

La vida es imperfecta, eso nadie lo duda, como tampoco el hecho de que el tiempo dedicado siempre va a parecer insuficiente porque es finito, pero piénsalo bien: ¿Cuántas veces decimos o hemos oído decir, «cuando ocurra esto haré esto otro…»? El problema es que el condicional, aun siendo subjetivo, pocas veces depende de nosotros y por lo tanto no estamos realmente decidiendo nuestro destino. Y eso es una pena, porque lo realmente bonito en la vida es elegir. Por supuesto vamos a cometer errores, pero elegir nos hace libres, nos ayuda a aprender y a crecer, nos da satisfacciones y, por supuesto, nos hace únicos. Las decisiones presentes son las únicas que controlamos, elegir dibuja nuestro destino; dicho de otra forma, nuestro presente es el cúmulo de decisiones que tomamos en el pasado.

Cuando me preguntan cuál es el mejor momento para emprender, siempre digo que ese momento ya pasó, era ayer. El segundo mejor momento es ahora. Imagino que eso lo podemos aplicar a tantas otras decisiones importantes en nuestra vida que, por importantes, las posponemos al momento perfecto… y ese momento, esa perfección, nunca llega.

Volviendo a las prisas, los días, las semanas y los meses pasan volando. ¿Cuántas veces creemos que «no nos da la vida»? Nuestra atención y energía se van consumiendo en nuestras ocupaciones y no nos detenemos ni a tomar consciencia; actuamos como si nos estuviera persiguiendo alguien, como si las 24 horas de un día no fueran suficientes. Y, cuidado, no estoy hablando de no ser ambiciosos ni de no querer comerse los días, pero precisamente “comer” deberíamos asociarlo a “saborear” porque si esto va solo de engullir, se nos van a escapar muchos matices y lo maravilloso de la vida está en las pequeñas cosas, pero para eso debemos ser capaces de percibirlas y las prisas no ayudan.

Los móviles, los smartwatches, los cientos de emails de trabajo que recibimos al día, Teams, Skype, las redes sociales en las que todo el mundo hace de todo y el día parece cundirles muchísimo, nada de eso suma. No estoy diciendo que no sean útiles, por supuesto lo son, pero como casi todo en la vida, depende de su uso. ¿Por qué WhatsApp permite que escuchemos los audios a 1,5 o 2? Muy simple, porque es lo que pide la sociedad, que dicho así suena a impersonal y por definición lo impersonal no puede imputarse a nadie, pero no hay que olvidar que esa sociedad la hacemos nosotros. La culpa es de todos, aunque nadie la quiera.

Escribo estas líneas a modo de reflexión sin ser yo ejemplo de nada, el otro día un gran amigo me recordaba que cuando ambos estábamos iniciándonos en esto del emprendimiento, él me recomendaba bajar mi ritmo de trabajo a lo que yo siempre le respondía “ya descansaré cuando me jubile, si algún día lo hago”. En fin, todos evolucionamos (o deberíamos hacerlo…).

Me parece clave que seamos observadores, tomar consciencia de los ritmos que llevamos, conocer nuestras rutinas que terminarán convirtiéndose en nuestros hábitos. Tenemos un problema si normalizamos que en una mesa, siguiendo con la analogía de la comida, las personas miren el móvil de forma casi compulsiva. Y sí, siempre encontraremos una excusa para justificarlo, no os olvidéis que primero reaccionamos y luego justificamos, pero no caigamos en hacernos trampas al solitario; justificar algo que nos aleja de los que tenemos cerca, que nos imposibilita estar al 100% con la persona que está en esa mesa, la misma que nos está dedicando su bien más preciado, su tiempo, no es una justificación sino una excusa. Y cuidado con caer en relacionar todo este tema con la selección natural de Darwin. No va de aprovechar más el tiempo, de desarrollar capacidades multitask, ni mucho menos va de ser débiles o fuertes, creo que es más simple que todo eso, va de elección y va de calidad del tiempo a lo que sea que decidimos dedicarlo.

La autorreflexión y la toma de consciencia ayudan a relativizar los “problemas” y a poner en “valor” todo aquello que nos regala la vida. Todo eso nos hace mentalmente más fuertes, y el ser mentalmente más fuertes, nos permite adaptarnos mejor a las circunstancias y esa es una de las claves para ser más felices.

Hecha esta reflexión, cada uno elige. Algunos elegirán no hacer el ejercicio, otros seguir igual, perfecto. También es cierto que no todo el mundo disfruta comiendo, hay quien prefiere engullir. Eso sí, tengo que confesar que yo no me fío de las personas que no disfrutan de la comida.

Siguiendo con mi pensamiento recurrente de los últimos meses, he sido un súper afortunado por haber podido educar, jugar, convivir y crecer con Noa. En estos tres meses y medio desde que nos despedimos puedo decir que, aunque por supuesto hubiera querido pasar más tiempo contigo, también sé que todas las decisiones que tomé las hice desde el amor y eso da una tranquilidad emocional que es la base de todo. Noa, has sido la mejor compañera de cuatro patas que hubiera podido soñar. He sido un afortunado por tenerte, sé que los dos lo hemos sido. Gracias por todo.

Que no se nos olvide mirar al cielo…

No me pasaba por aquí desde el día siguiente a mi santo, pero no desde este 7 de febrero, sino desde del de hace casi 3 años. En ese momento sentí el deseo de compartir con quién me quisiera leer Lecciones de Vida en sitios insospechados. Marc, sin saberlo ni pretenderlo, me regaló la media hora de espera médica más ilustrativa de mi vida, ¡Gracias Marc! Han pasado casi 1.000 días desde entonces y me gusta pensar que en cada uno de ellos, aunque muchas veces de forma inconsciente, he aplicado parte de aquel aprendizaje. 

El otro día vi un story sobre un discurso que dio William McRaven, William es un comandante de operaciones especiales del ejército de los Estados Unidos. Probablemente muchos lo habréis visto, así que no voy a extenderme pero sí quiero resumirlo para contextualizar. El discurso empieza con un prometedor “Si quieres cambiar el mundo, empieza por hacerte la cama”. Lo argumenta diciendo que esa será la primera tarea de un montón que podrás hacer durante el día, empezar de esa forma te da la satisfacción de haber cumplido con tu primer objetivo del día, además refuerza la afirmación de que “las pequeñas cosas importan”, si no eres capaz de comprometerte a hacer pequeñas cosas, no serás capaz de afrontar objetivos más ambiciosos que te plantees. Además, en el caso de que hayas tenido un mal día, una cama bien hecha siempre te ayudará a descansar mejor para afrontar las oportunidades que nos dará el día siguiente. 

Yo no sé si hacerse la cama es la solución para cambiar el mundo, pero coincide que  es el primero de mis hábitos diarios para activar mi cuerpo. También tengo claro que lo que funciona para uno no tiene porque funcionar para otro, pero para todos es clave dedicarnos unos minutos a la semana, si puede ser al día mejor, para escuchar a nuestro cuerpo. No sé si a eso se le llama meditación pero me da lo mismo, creo que conocerse a uno mismo es la llave de la felicidad, no solo la nuestra sino también la de nuestro entorno. Y no todo el mundo se dedica el tiempo que debería. No permitamos que nos engulla el corto-placismo, las prisas, la inmediatez en todos los sentidos que nos venden por todos lados haciéndonos olvidar, o dejar para la última de las prioridades, el origen de todo, lo más valioso, a nosotros mismos. 

Volviendo a mis hábitos y a mi activación, lo siguiente que hago es dar un paseo en ayunas, durante el paseo no solo “estiro las piernas”, también “despejo la cabeza”, me sumerjo en mis pensamientos o simplemente no pienso en nada, esto último es en muchos momentos la clave para mantener mi paz interior. Lo sé, que difícil es no pensar en nada!!! También puede valer desviar nuestra atención hacia cualquier otro pensamiento, porque todos sabemos que la cabeza va por libre, pero podemos aprender a gestionarla. 

Pero vamos a seguir paseando, en mis paseos tengo dos reglas: la primera es no mirar el móvil, la segunda es mirar al cielo. Ambas me desconectan del mundo terrenal, pero además la segunda me ayuda a coger perspectiva, me recuerda que soy un afortunado y me pone en mi sitio de un plumazo! Viendo la inmensidad del cielo nos damos cuenta de lo insignificantes que somos y este punto, bien enfocado, minimiza al máximo también nuestras preocupaciones y las coloca en un horizonte temporal tan corto que hace que pierdan relevancia. Aquello que hoy puede preocuparte, pero que sabes que no lo hará dentro de un año, no merece la pena tildarlo como “problema”. Y enredado en mis pensamientos es cuando tomo también consciencia de que tengo un poder, todos lo tenemos, el poder de mejorar la vida de quienes tenemos cerca. Pero todo poder lleva consigo una responsabilidad. Y la responsabilidad la enlazo con la paz interior que cada uno debemos buscar, con priorizarnos y con darnos el tiempo que nos merecemos.

Muchas veces no somos conscientes de ello, pero nuestro poder es tan potente que puede cambiar vidas, no solo en la manera con la que afrontamos lo que la vida nos va deparando, sino incluso en la mera forma con la que nos comunicamos con los que nos rodean. Me viene ahora a la cabeza una historia real en la que a un niño le dieron un sobre cerrado en su colegio, era una nota para su madre. El niño, al llegar a casa le entregó la nota a su madre, su madre abrió el sobre y a la pregunta de su hijo sobre el contenido le respondió leyendo entre lágrimas: “Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarle, solo su madre puede enseñarle cosas nuevas”. Años más tarde, cuando su madre falleció, el niño convertido no solo en hombre sino en un científico que cambió la historia de la humanidad, encontró la nota y conoció el texto real de la misma: “Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela”. El científico inventó entre otros: la bombilla, el telégrafo, el fonógrafo, la batería de níquel que sirvió para crear el primer coche eléctrico!!!…Sí, Edison fue aquel niño al que la actitud y la forma de comunicar de su madre le cambió la vida a él y a la humanidad. Imaginad lo distinto que hubiera sido todo si su madre se hubiera limitado a leer la nota sin ponerle “actitud” al asunto…

Volvamos al cielo, os habéis fijado que según desde donde lo estéis mirando parece distinto? el cielo que vemos en la ciudad, el del campo, el cielo desde una montaña nevada, desde un avión o desde un velero…pues no os olvidéis que es el mismo cielo y sí, seguro que hay ubicaciones que hacen que el cielo nos muestre su mejor cara, pero lo que realmente cambia es nuestra forma de mirarlo y el tiempo que le dedicamos.

Como le comentaba a una de las personas que más me ha ayudado a crecer en el último año, esto no va solo de bailes y risas, la vida nos pone en situaciones de todo tipo y lo que nos diferencia es nuestra actitud ante ellas. Que no nos falte actitud, afrontemos lo que nos espera con nuestra mejor mirada y, por supuesto, que no se nos olvide mirar al cielo… 

¿Se puede entrenar el «control»?

Lo sé, el verbo «controlar» tiene connotaciones negativas y puede asociarse a la manipulación de personas. Nada más lejos de mi intención. Mi pensamiento en voz alta va sobre la sensación de control sobre algunas situaciones. Algunos ejemplos pueden ser muy claros y otros más controvertidos, voy a intentar explicarme.

¿Podemos preparar la cita «perfecta» con aquella persona que tanto nos gusta?

¿Podemos preparar la cena perfecta?

¡Claro que si! De hecho debemos prepararla por varias razones que explicaré al final de mi reflexión, pero mejor será que el control de la situación no sea uno de esos motivos. Simplemente porque el «factor humano» y la «aleatoriedad» del comportamiento individual entrarán en juego y frustrarán nuestras intenciones. Por mucho tiempo que le dediquemos a la preparación de la cita, lo único que podemos aspirar a conseguir es a aumentar la sensación de control, esa sensación nos dará seguridad y puede ser clave para que la cita sea un éxito (denominando éxito a cualquier objetivo que uno se plantee). Pero, aún y así, en ningún caso el éxito será causa directa del control adquirido por la preparación.

¿Podemos controlar una entrevista de trabajo gracias a su preparación?

Nos ponemos en situación. Queremos, perdón… deseamos, ese puesto de trabajo para el que tenemos una entrevista en un par de días. ¿Podemos prepararla para llegar a tener la sensación de control de la situación? Mi respuesta es SI, podemos prepararnos para tener esa sensación. Pero cuidado, he vuelto a decir «sensación» de control. Trabajando la entrevista, investigando sobre la empresa a la que queremos dedicar nuestro futuro laboral, intentando conocer sus valores, revisando nuestro cv y viendo que competencias debemos destacar para hacernos con el puesto. En definitiva, teletransportándonos al día y hora de la entrevista llegaremos a esa falsa ilusión de control. Esa ilusión es directamente proporcional al tiempo que dediquemos a prepararnos.

Pero cuidado, es una falacia psicológica porque en ningún caso, por muchas horas dedicadas a prepararnos, tendremos un control sobre esa situación. De hecho es completamente imposible tenerlo, ya que intervienen muchos factores que pueden hacer que los acontecimientos vayan en una u otra dirección, pero lo más «incontrolable» que puede intervenir es la acción humana. Simplemente porque desde mi punto de vista, la «imprevisibilidad» es inherente a la naturaleza humana en muchas áreas del comportamiento y con esto no creo que contradiga al admirado economista austríaco, Ludwig Von Misses en su libro «La acción humana», yo estoy hablando de imprevisibilidad individual vs. la previsibilidad grupal de la praxeología.

Volviendo a las situaciones expuestas, como mínimo van a interactuar dos personas con sus respectivas situaciones personales, situaciones profesionales, con sus estados de humor, que pueden verse alterados por detalles minúsculos que acontezcan en cualquier momento antes del evento, en el trayecto, la noche anterior…y que, a la postre, cambian el estado anímico de las personas y, sin duda, el devenir de ese momento sin que tenga ningún tipo de compasión con nosotros por habernos preparado a conciencia.

Últimamente estoy leyendo mucho sobre la escuela de filosofía estoica. Disculpad el salto porque para ello hay que irse 19 siglos atrás y remontarse a la época de Séneca (Filósofo), Marco Aurelio (Emperador) y Epicteto (Esclavo), los tres, pese a tener circunstancias económicas y vitales muy distintas, compartían su creencia por las ideas de la escuela del estoicismo . Epicteto logró tener su propia escuela, una persona admirable sobre la que os recomiendo investigar. A lo que nos atañe, ya los estoicos hablaban sobre la DICOTOMIA DE CONTROL. Su exposición me parece pragmática e interesante para evitar pérdidas de tiempo, de foco y lo más importante, de sufrimiento emocional.

«El hombre sabio se preocupa por la intención de sus acciones, no por sus resultados. Nuestra acción inicial está bajo nuestro control, pero la fortuna determina su final.»

Séneca

«Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás tu fuerza.»

Marco Aurelio

«En la vida, nuestro primer trabajo es dividir y distinguir las cosas en dos categorías: las circunstancias externas que no puedo controlar, y las decisiones que tomo respecto a ellas y que tengo bajo mi control.»

Epicteto

Dicho esto, ¿Entonces es mejor no preparar las cosas? PARA NADA. Vuelvo al ejemplo de la cena con aquella persona que tanto nos gusta, o por lo menos nos gusta lo que hemos proyectado sobre ella. Hay que hacerlo básicamente por 3 motivos:

  • La ilusión. La preparación nos teletransporta a ese momento que estamos preparando y la ilusión es una de las cosas más bonitas que nos da la vida, lamentablemente los años hacen que se vaya perdiendo pero debemos animarnos a renovar esas ilusiones porque, sin duda, es alimento y síntoma de disfrute vital.
  • La imaginación. La gran ventaja de preparar las situaciones en nuestra cabeza es que nos permite vivirlas como nosotros desearíamos que fueran. Cuidado con esto porque en ocasiones la cabeza es traicionera y no debemos caer en que esa fuerza se vuelva en nuestra contra añadiendo miedos e inseguridades a la visualización del momento, si eso ocurre mejor no imaginar. Lo dicho, proyectemos en positivo y hagámoslo tantas veces como queramos, imaginar/soñar es gratis. Y cuando esa cabeza nos traicione pensemos en una de mis frases favoritas:

«Al final todo irá bien.. y si no va bien es que no es el final.»

  • La conciencia. Quizá suene raro incluir la conciencia como tercer punto pero la incluyo porque siempre nos han enseñado que las cosas que valen la pena requieren de un esfuerzo. Las cosas importantes en la vida necesitan preparación, detalle, mimo. Y a eso me refiero, vaya o no vaya bien el acontecimiento en cuestión, nuestras mejores intenciones estaban allí. El simple hecho de haberle dedicado un tiempo a su «preparación» nos otorga el derecho, sea cual sea el resultado final, a sentirnos bien con nosotros mismos y a tener la conciencia tranquila por haberlo intentado.

En definitiva es bueno buscar esa «falsa sensación de control» porque nos dará la tranquilidad previa, y la paz posterior, de haber hecho lo que uno entendía que debía hacer y eso, hacer las cosas con ilusión y con las mejores de las intenciones, es la mejor elección que podemos tomar en cualquier momento para mantener alimentada nuestra paz interior.

Si finalmente no somos exitosos, no nos atormentemos por lo que pudo o dejo de ser, seamos positivos y pensemos que dimos lo mejor de nosotros para conseguirlo, no pudo ser pero lo intentamos y, unas veces de forma consciente y otras de forma inconsciente, aprenderemos y mejoraremos en el proceso.